Sin más, escribo desde el mayor odio que he podido sentir hacia el mundo, ¡qué asco!
Sólo se me ocurre decir...¡Burro!
Para que ustedes me entiendan, y entiendan el estado de profundo apenamiento en el que me hallo, os contaré lo que me ocurrió el día de ayer.
Conducía con mi flamante coche (más que flamante, flamenco), que es un poco "tartana", pero a mí me sigue enamorando.
Conducía por el carril de la derecha, conducía lento, porque no tenía prisa y porque si peco de algo en esta vida, es de prudente (entre otras cosas que no vienen al caso).
Parecía que todo iba en orden; tráfico fluido, con alguna que otra parada...y ningún coche amenazante que me siguiera el paso.
Pronto avisté por el retrovisor una mancha roja que se aproximaba a gran velocidad, tras lo cual decidí apresurar mi paso para evitar un aproximamiento indeseado.
Pero claro, las calles de Madrid, los semáforos...En fin, me detuve ante un semáforo en rojo, mientras esa mancha roja, que ya se podía distinguir como un coche-furgoneta se iba deteniendo, aunque más poco a poco de lo que me gustaría.
El semáforose puso en verde, pero tardé en retomar la marcha un poco más de tiempo que de costumbre, porque no dejaba de mirar con cierto resquemor el retorvisor, imaginándome un colisión certera.
Vi verde, arraqué lo más rápido posible, pero vete tú a saber, los nervios me fallaron, y se me caló el coche.
(Quiero dejar claro, antes que nada, que no soy una patosa, y que en la vida se me ha calado el coche tal y como lo estoy contando ahora, y que sólo por esta vez, no debería ser juzgada).
Me imagino que el desenlace de la historia más de uno se la imaginará, chocó contra el culo de mi coche, y sin más dilación me rodeó por la izquierda, soltando improperios a los que no acostumbran mis oídos...Tales como zorra, y demás palabras bonitas que le alegran a una el día.
Y yo me pregunto, ¿acaso la colisión fue fruto exclusivo de que se me calara el coche?
¿Qué estaba mirando el individuo ése para que no frenara a tiempo? Por lo que recuerdo, creo que iba a más de 50 Km/h, cosa que si mal no aprendí, es fruto de una multa que ¡Oh, Dios mío! espero que le pongan si es que ese radar de aquel cruce madrileño alcanzó a ver la maniobra de aquel tipo.
Menos mal que mi coche no sufrió más que un pequeño rasguño que pasa desapercibido.
Espero y deseo que al Señor Palabritas le endulcen alguna mañana(espero próxima) al igual que me la endulzó a mí.
Besitos
domingo, 18 de octubre de 2009
martes, 22 de septiembre de 2009
Fumadora compulsiva
A quienes hoy día les digan que fumar es malo, ya sea el médico, vecino, amante o esposo, claramente les estarán invocando una especie de odio desmesurado a quienes, como yo, fumamos compulsivamente.
Me explico.
Hará unos días, decidí salir a tomar el fresco, ya que en Madrid últimamente parece que ha
llegado el invierno.
Desde luego, tenía mono de comida oriental y mi acompañante, a fuerza de agradar, no mostró oposición a mi idea.
Iba todo perfecto, era maravilloso, la conversación en el taxi nunca me resultó tan amena, y por tanto, el viaje en el mismo fue muy breve. Incluso me permití el lujo de pensar que esa noche habría más que palabras, ya que bueno, soy mujer y como ser humano, siento esa necesidad básica de mantener relaciones. Digo básica porque es una sensación que vive conmigo casi desde que mi memoria alcanza. Por favor, no penséis que soy una demente, simplemente que mi memoria alcanza hasta los 17, cuando tuve mi primera experiencia, que ya contaré más adelante si surge.
Retomando la cita, el taxi se detuvo en un oriental con una pinta exquisita y quizás con un nivel raramente permisivo, pero aún así, la situación lo merecía y me dije: ¿ qué más da?
Así que decidimos entrar.
Sólo quería resaltar una cosa, y es que me resultó del todo placentero que mi acompañante me retirase mi abrigo de los hombros tan delicadamente, que no pude dejar de fantasear durante unos minutos mientras pedíamos mesa.
Eso sí, aquellas fantasías pararon de golpe cuando el camarero que nos recibió en la entrada preguntó: ¿Zona de fumadores o de no fumadores?
Mi acompañante no tardó ni medio segundo en responder alto y claro, casi como con odio, no sé algo así como que no soportó la idea de que el camarero pensase que era un (patético) fumador.
Claro, tras proferir esas palabras tan secas y cortar de golpe mis fantasías me miró como esperando un complaciente gesto de confirmación a su decisión. Decidí no soltar prenda y seguir como si nada, sabiendo que tarde o temprano me iría al baño a practicar mi adicción.
Comenzamos a pedir, todo perfecto, comida excelente, sabores casi orgásmicos (por no hablar de él)...Todo iba genial, hasta que después del segundo plato y mientras traían el postre decidí ir al baño, porque tenía la convicción de que no se enteraría nadie.
Fui, fumé, disfruté...Como disfruta cada uno haciendo lo que quiere.
Volví, sin más, y trajeron nuestros cafés, los dos iguales, ¿hay algo mejor?. Ya veía yo que había hasta compatibilidad (ilusa).
Después, como no era muy tarde, fuimos a tomar unas cañas a una terraza muy popular del centro. El caso es que yo no podía más, necesitaba o irme de allí con él o decirle la verdad. Así pues, le pregunté si le importaba que la gente de su círculo cercano fumase (suena muy cutre pero no quería ser tan directa e ir al grano).
Fue una pregunta tan fuera de lugar que le descoló mientras veía yo como todas mis ilusiones puestas en él se derrumbaban por momentos.
A esa pregunta respondió con otra pregunta, más directa.
Y evidentemente mi respuesta fue pues que sí, joder, que fumo, el joder no lo dije pero estuve al borde de un ataque de nervios, cuando tras responderle, ví en su cara una expresión de tristeza a partir de la cual la noche empezó a decaer sobremanera.
Fue una verdadera lástima, pero me consuela decirme una y otra vez aquello que mi abuela siempre repetía: " Quien quiere a una rosa, quiere a sus hojas de alrededor". Así pues, quien me quiera, tiene que aceptarme tal y como soy.
Será por eso por lo que aún sigo soltera...
Fuera como fuese, volví a casa sola, pero nada más llegar me tumbé en el sofá y me encendí el último cigarro de la noche, que me supo a gloria.
Me explico.
Hará unos días, decidí salir a tomar el fresco, ya que en Madrid últimamente parece que ha
llegado el invierno.
Desde luego, tenía mono de comida oriental y mi acompañante, a fuerza de agradar, no mostró oposición a mi idea.
Iba todo perfecto, era maravilloso, la conversación en el taxi nunca me resultó tan amena, y por tanto, el viaje en el mismo fue muy breve. Incluso me permití el lujo de pensar que esa noche habría más que palabras, ya que bueno, soy mujer y como ser humano, siento esa necesidad básica de mantener relaciones. Digo básica porque es una sensación que vive conmigo casi desde que mi memoria alcanza. Por favor, no penséis que soy una demente, simplemente que mi memoria alcanza hasta los 17, cuando tuve mi primera experiencia, que ya contaré más adelante si surge.
Retomando la cita, el taxi se detuvo en un oriental con una pinta exquisita y quizás con un nivel raramente permisivo, pero aún así, la situación lo merecía y me dije: ¿ qué más da?
Así que decidimos entrar.
Sólo quería resaltar una cosa, y es que me resultó del todo placentero que mi acompañante me retirase mi abrigo de los hombros tan delicadamente, que no pude dejar de fantasear durante unos minutos mientras pedíamos mesa.
Eso sí, aquellas fantasías pararon de golpe cuando el camarero que nos recibió en la entrada preguntó: ¿Zona de fumadores o de no fumadores?
Mi acompañante no tardó ni medio segundo en responder alto y claro, casi como con odio, no sé algo así como que no soportó la idea de que el camarero pensase que era un (patético) fumador.
Claro, tras proferir esas palabras tan secas y cortar de golpe mis fantasías me miró como esperando un complaciente gesto de confirmación a su decisión. Decidí no soltar prenda y seguir como si nada, sabiendo que tarde o temprano me iría al baño a practicar mi adicción.
Comenzamos a pedir, todo perfecto, comida excelente, sabores casi orgásmicos (por no hablar de él)...Todo iba genial, hasta que después del segundo plato y mientras traían el postre decidí ir al baño, porque tenía la convicción de que no se enteraría nadie.
Fui, fumé, disfruté...Como disfruta cada uno haciendo lo que quiere.
Volví, sin más, y trajeron nuestros cafés, los dos iguales, ¿hay algo mejor?. Ya veía yo que había hasta compatibilidad (ilusa).
Después, como no era muy tarde, fuimos a tomar unas cañas a una terraza muy popular del centro. El caso es que yo no podía más, necesitaba o irme de allí con él o decirle la verdad. Así pues, le pregunté si le importaba que la gente de su círculo cercano fumase (suena muy cutre pero no quería ser tan directa e ir al grano).
Fue una pregunta tan fuera de lugar que le descoló mientras veía yo como todas mis ilusiones puestas en él se derrumbaban por momentos.
A esa pregunta respondió con otra pregunta, más directa.
Y evidentemente mi respuesta fue pues que sí, joder, que fumo, el joder no lo dije pero estuve al borde de un ataque de nervios, cuando tras responderle, ví en su cara una expresión de tristeza a partir de la cual la noche empezó a decaer sobremanera.
Fue una verdadera lástima, pero me consuela decirme una y otra vez aquello que mi abuela siempre repetía: " Quien quiere a una rosa, quiere a sus hojas de alrededor". Así pues, quien me quiera, tiene que aceptarme tal y como soy.
Será por eso por lo que aún sigo soltera...
Fuera como fuese, volví a casa sola, pero nada más llegar me tumbé en el sofá y me encendí el último cigarro de la noche, que me supo a gloria.
lunes, 21 de septiembre de 2009
Buenos días
Hoy ha sonado el despertador, siempre a la misma hora, pero he sentido que ha sido más pronto de lo habitual.
Supuestamente he dormido 7 horas, lo normal. Pero tengo la sensación de que me he pasado cuatro horas dormitando, entre pensamientos impensables y unas ganas de dormir, que a fuerza de dormir no hacían más que apretar mi cabeza. Ha sido del todo cuanto menos, unas noche horrible.
Lo peor de todo llegó cuando quise levantarme.
Normalmente, me levanto, preparo el desayuno (un simple café y dos o tres galletas integrales, que una fumará y todo lo que quieras, pero el hecho de que sean integrales me quita peso de mi conciencia) y nada, había como una especie de mancha en el colchón, que hablando en plata, era menstruación.
¡ Maldita la hora!
Iba justa de tiempo, y es que el despertador sonó a la misma hora, pero me quedé en la cama bostezando como una media hora. y claro, ahora ésto. Menuda desgracia.
Se me ha vuelto a adelantar, otra vez más, como el mes pasado, pero esta vez me ha pillado en la cama, con esas blancas sábanas, que no importa que sean blancas, el caso es que hay que limpiarlas cuanto antes.
Vamos, que ni desayuno ni nada, me he levantado sobresaltada (una buena forma de despejarse, eso sí) y he corrido cuanto antes la baño, no sea que muera desangrada y manche toda la casa. Cosa que, por cierto, espero no se crean los hombres que lean ésto. Eso si me leen, que hombres leyendo algo que no sea excitante es casi como un milagro.
Bueno, el caso es que ni he desayunado, ni me he podido arreglar ni nada.
He bajado a trabajar tal que así, sólo me faltaba el pijama para parecer realmente que me iba a la cama en vez de a trabajar.
Lo peor, sin duda, el metro, el metro de Madrid, es una forma clara y precisa y sobre todo muy muy OBJETIVA para saber si vas o no vas bien arreglad@.
Ni falta hace recordar que los viajeros son como escáneres que me han hecho pasar una vergüenza terrible. Además siendo sábado, había jóvenes volviendo de fiesta, demacrados, apestando a drogas y sexo, y me atrevería a decir que más de uno del vagón ha pensado que yo era una cabra loca más que a saber de qué antro había salido.
Ya en el trabajo he conseguido algo de tiempo para sacar partido del neceser que siempre llevo en el bolso y nunca utilizo, así que unas pinceladas de maquillaje creo que nunca me habían sentado tan bien.
Desde luego, eso es lo que yo llamo, tener buen despertar.
Besitos.
Supuestamente he dormido 7 horas, lo normal. Pero tengo la sensación de que me he pasado cuatro horas dormitando, entre pensamientos impensables y unas ganas de dormir, que a fuerza de dormir no hacían más que apretar mi cabeza. Ha sido del todo cuanto menos, unas noche horrible.
Lo peor de todo llegó cuando quise levantarme.
Normalmente, me levanto, preparo el desayuno (un simple café y dos o tres galletas integrales, que una fumará y todo lo que quieras, pero el hecho de que sean integrales me quita peso de mi conciencia) y nada, había como una especie de mancha en el colchón, que hablando en plata, era menstruación.
¡ Maldita la hora!
Iba justa de tiempo, y es que el despertador sonó a la misma hora, pero me quedé en la cama bostezando como una media hora. y claro, ahora ésto. Menuda desgracia.
Se me ha vuelto a adelantar, otra vez más, como el mes pasado, pero esta vez me ha pillado en la cama, con esas blancas sábanas, que no importa que sean blancas, el caso es que hay que limpiarlas cuanto antes.
Vamos, que ni desayuno ni nada, me he levantado sobresaltada (una buena forma de despejarse, eso sí) y he corrido cuanto antes la baño, no sea que muera desangrada y manche toda la casa. Cosa que, por cierto, espero no se crean los hombres que lean ésto. Eso si me leen, que hombres leyendo algo que no sea excitante es casi como un milagro.
Bueno, el caso es que ni he desayunado, ni me he podido arreglar ni nada.
He bajado a trabajar tal que así, sólo me faltaba el pijama para parecer realmente que me iba a la cama en vez de a trabajar.
Lo peor, sin duda, el metro, el metro de Madrid, es una forma clara y precisa y sobre todo muy muy OBJETIVA para saber si vas o no vas bien arreglad@.
Ni falta hace recordar que los viajeros son como escáneres que me han hecho pasar una vergüenza terrible. Además siendo sábado, había jóvenes volviendo de fiesta, demacrados, apestando a drogas y sexo, y me atrevería a decir que más de uno del vagón ha pensado que yo era una cabra loca más que a saber de qué antro había salido.
Ya en el trabajo he conseguido algo de tiempo para sacar partido del neceser que siempre llevo en el bolso y nunca utilizo, así que unas pinceladas de maquillaje creo que nunca me habían sentado tan bien.
Desde luego, eso es lo que yo llamo, tener buen despertar.
Besitos.
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